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4. EXPLORAR LAS CIUDADES CON HISTORIA MULTICULTURAL
Toledo y Córdoba, en el centro y sur del país respectivamente, son dos ciudades muy diferentes, pero comparten el hecho de que en la época medieval acogieron a diferentes comunidades, culturas y creencias, que allí vivían en armonía y dejaron un patrimonio único que no es frecuente encontrar reunido y resistiendo el paso del tiempo.
Cuando Toledo era un punto estratégico de conexión con otras ciudades para los romanos, los judíos ya vivían en esta ciudad. Y así permaneció con los visigodos y los árabes, que la convirtieron en el centro regional. Con la reconquista cristiana, en 1085, Toledo inició un período medieval de vanguardia en cuanto a tolerancia y diversidad cultural. De ese período perdura el triángulo formado en el romántico centro histórico entre la Catedral, la Sinagoga de Santa María la Blanca y la Mezquita. En el centro de este triángulo se sitúa el Museo de la Cultura Visigoda.
Lo mismo sucedió en Córdoba, que fue capital regional del imperio romano y capital tanto del Emirato de Córdoba, como del reino Al-Ándalus y, durante la Edad Media, fue una ciudad con acueductos, calles pavimentadas y alumbrado público de aceite, bibliotecas, palacios, baños públicos y una enorme, impresionante y lujosa mezquita, contrastando con una Europa pobre y poco instruida. A pesar de que la mayoría de la población fuese musulmana, vivían en un ambiente de cooperación con cristianos y judíos, en el fondo, una cultura con tres religiones: la misma lengua, la misma comida, el mismo vestuario, el mismo arte y la misma música, permaneciendo los rituales religiosos en una esfera privada. La Mezquita, la Judería, el puente romano y el Alcázar de los Reyes Cristianos son pruebas de ello.